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  • María del Carmen E. Franco Chávez

Narcisismo y función materna


Que Introducción del narcisismo haya sido un “parto difícil” y que presentara todas las deformaciones consiguientes, dejó en ese estado de insatisfacción a Freud. Esto puede entenderse ya que podríamos decir abre de manera compacta y sucinta, pero no sencilla, temas como la extensión del narcisismo hacia otras posibilidades más allá de las perversiones.

En sus diferentes capítulos aborda lo que quiere decir sobre el narcisismo y postula que es: … “el complemento libidinoso del egoísmo inherente a la pulsión de autoconservación, de la que justificadamente se atribuye una dosis a todo ser vivo”. En ese sentido y con la necesidad de revisar la doctrina de las pulsiones, diríamos con Raymundo Mier que es insostenible desde Freud mismo hablar de autoconservacion, ya que remitiría únicamente a las cuestiones biológicas. Discierne en este trabajo hacia donde se dirige la libido sustraída de los objetos en la esquizofrenia, qué relación guarda el autoerotismo con el narcisismo y sobre la libido que es propia del yo y otra que endosada a los objetos que son diríamos inversamente proporcionales, ya que cuando se coloca la libido solamente en el yo la libido de objeto se disminuye; lo mismo sucede en sentido contrario, si aumenta la libido depositada en los objetos, la libido del yo disminuye. Podemos pensar esto en todas las posibilidades, ya que no es un fenómeno de todo o nada.

Propone en la segunda parte que existen dificultades particulares para el estudio directo del narcisismo, es decir que el narcisismo podría mostrarse y analizarse directamente si no fuera por: la enfermedad orgánica, la hipocondría y la vida amorosa de los sexos. Donde se entiende que el sujeto retira la libido de los objetos cuando está enfermo y la vuelca hacia sí mismo, no hay otra cosa más importante que eso. En la hipocondría sucede más o menos lo mismo salvo que el órgano no está dañado y que en ésta al igual que en las psicosis, dependerá de la libido depositada en el yo, mientras que las neurosis dependerán de la libido depositada en los objetos. La vida amorosa de los seres humanos es la tercera dificultad particular para estudiar el narcisismo. Se eligen personas que se asemejan a las encargadas de la nutrición y devienen entonces objetos sexuales. Esta elección de objeto amoroso puede ser según el tipo narcisista: uno se enamora de uno mismo en otro, de lo que uno fue, de lo que querría ser y al que fue parte de sí mismo. O bien, según el tipo del apuntalamiento: a la mujer nutricia o al

hombre protector. Tomando en cuenta al narcisismo puede entenderse al amor como ese estado de vulnerabilidad que nos conmina a distraer la libido del yo a la libido del objeto. Puede entenderse entonces la sensación angustiante de perder al ser amado, esa sensación de muerte y de indefensión e inestabilidad cuando el otro se va. Cuando sentimos que no somos nada sin el otro. Cuando esas palabras amorosas o de desamor atraviesan el cuerpo y tiembla, el sujeto dice “no me hallo”, no se encuentra, está en un estado de vulnerabilidad en donde puede pasarle lo peor. No soportamos la vida sin él o ella, por ello puede entenderse que el amor se acerque mucho a la locura. Lo anterior nos hablaría de las diferencias en la comparación de la vida amorosa de los hombres y las mujeres. Los hombres estarían en esa posición, repetimos: “un empobrecimiento libidinal del yo en beneficio del objeto” mientras que las mujeres:

“Con el desarrollo puberal, por la conformación de los órganos sexuales femeninos hasta entonces latentes, parece sobrevenirle un acrecimiento del narcisismo originario; ese aumento es desfavorable a la constitución de un objeto de amor en toda la regla, dotado de sobrestimación sexual. En particular, cuando el desarrollo la hace hermosa, se establece en ella una complacencia consigo misma que la resarce de la atrofia que la sociedad le impone en materia de elección de objeto. Tales mujeres sólo se aman, en rigor, a sí mismas, con intensidad pareja a la del hombre que las ama. Su necesidad no se sacia amando sino siendo amadas, y se prendan del hombre que les colma esa necesidad.”

Es importante aquí señalar que distingue claramente como en otros escritos la diferencia en el psiquismo femenino y masculino, más allá de las diferencias sexuales que trabajará en 1925 en “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica”

En la tercera parte expone como el sujeto genera un ideal por el que mide su yo actual, es aquí donde se generan los importantes conceptos yo ideal e ideal del yo, que no pocas confusiones genera. En ese sentido, el yo se distancia del narcisismo primario y después trata de recuperarlo. Este distanciamiento sucede porque la libido se desplaza hacia un ideal que se impone desde fuera, de tal modo que la satisfacción se obtendrá mediante su cumplimiento. Al mismo tiempo, esta instancia yoica que ha emitido investiduras libidinales hacia el objeto, se empobrece cuando está en favor de sus investiduras y se enriquece por las satisfacciones del objeto y por el cumplimiento del ideal.

En esta apretada síntesis, nos damos una idea de cómo Freud introduce la conceptualización del narcisismo y lo incorpora a la teoría psicoanalítica. Es importante señalar que en español decimos indiscriminadamente introducción al narcisismo o introducción del narcisismo, sin embargo habrá que distinguir por qué uno u otro.

Veamos, el concepto de narcisismo no es freudiano, así que Freud respeta y asume el concepto, pero lo amplía de acuerdo a los conceptos psicoanalíticos. Introducción “al” narcisismo en alemán sería “Einführung in Narzissmus”. Introducción del narcisismo sería: “Zur Einfürung des Narzissmus”, lo que el texto freudiano dice es: “Zur Einführung des Narzißmus”. Más allá de todas las reflexiones que pueda provocar este asunto, nuestra lectura es la introducción del narcisismo en la teoría psicoanalítica.

Por ello es Introducción del narcisismo y no introducción al narcisismo de Neque. El narcisismo es un concepto ampliado en la teoría psicoanalítica cuya diferenciación Freud quiso establecer con algo que podría leerse como Narcismo, sin embargo, todos seguimos hablando de narcisismo y no de narcismo. Así el texto quedó como Introducción del Narcisismo, concediéndole una importancia fundamental para entender cabalmente todos los procesos psíquicos que tienen que ver con el sujeto.

Así, a la luz de Introducción del Narcisismo, el propósito de este trabajo es dar cuenta del papel del Otro, de la madre y de sus investiduras libidinales hacia ese trozo de carne que devendrá sujeto y de alguna manera entender el fenómeno de la violencia a partir de la constitución del sujeto.

El infans nace como todo ser vivo, con lo que se conoce como narcisismo primario que se refiere a que el recién nacido, catectiza toda la libido sobre sí mismo, es decir que se toma a sí mismo como objeto de amor antes de elegir objetos exteriores, es en este tiempo donde el Otro materno, ubica al niño en posición de objeto fálico. Lo sitúa simbólicamente como Falo Materno, por lo que el niño intentará identificarse con el deseo de su madre, pretendiendo colmar su vacío, en esa dialéctica de ser o no ser el Falo.

Freudianamente, el desarrollo del yo consiste en un distanciamiento respecto al narcisismo primario, sin embargo, se produce al mismo tiempo, una intensa aspiración a recobrarlo. Este distanciamiento acontece por medio del desplazamiento de la libido a un ideal del yo impuesto desde afuera y entonces la satisfacción se obtiene mediante el cumplimiento de este ideal.

Hay que tomar en cuenta que para que el sujeto devenga como tal, es necesario que los padres hayan pasado a su vez por el narcisismo y lo hayan abandonado cuando atravesaron por el complejo de Edipo, cuando se conjuntaron el deseo y la ley. Esta es una repetición necesaria para la existencia de la subjetividad. En ese sentido, como lo plantea Freud, el infans es idealizado, “His majesty, the baby”, es él quien a diferencia de sus padres podrá tener una vida exenta de sufrimientos y quien cumplirá lo que sus progenitores quisieron hacer y no hicieron. Es decir, que esta

idealización del bebé es la encarnación de su propio narcisismo revivido, digámoslo así, en la siguiente generación.

Así es como empieza a conformarse el YO, a través del distanciamiento del narcisismo primario y por la intermediación de la prohibición del deseo del Otro, es decir de la madre. Lo anterior no deja de plantear ciertas reflexiones. Si bien es cierto que hay que tomar en cuenta las pulsiones de autoconservación y autoeróticas y a su vez que el yo se conforma a través de cargas libidinales, es necesario que exista esa instancia psíquica para que pueda presentarse el narcisismo primario, donde la libido se vuelque sobre sí mismo. Si esto es así, la libido que inviste al niño proviene de los padres, del deseo de la madre y de la interdicción paterna, paulatinamente va dejando de ser libido yoica para convertirse en libido objetal. Es decir, se va invistiendo libidinalmente objetos fuera del sujeto mismo.

En esa línea de pensamiento podríamos pensar que si la libido del yo es la que instala y mantiene a los sujetos en el narcisismo primario, donde se encuentra estancada y por lo tanto hay posibilidades muy reducidas de relación con los otros entonces, esto podría explicar el autoerotismo y por supuesto que nos refiere a eso imposible de ser simbolizado: lo real. Se estaría entonces del lado de la psicosis. Mientras que si la libido se deposita en los objetos, estaríamos hablando de Narcisismo secundario, donde se inviste libidinalmente a los objetos y en consecuencia pueden existir relaciones con ellos, podemos pensar que es aquí donde se instala el deseo, gracias también a la herida narcisística en donde se nos hace saber a los sujetos, que no somos aquello que colma al Otro, sino que somos sólo algo más. Herida, que es necesaria en la constitución del sujeto que obliga a la constitución de la subjetividad, esa donde la Otra grande voltea la mirada y hace caso a sus actividades que son más importantes y no al sujeto, ahí el sujeto construye y organiza la realidad a través del fantasma, digamos con Daniel Gerber que toda noción de realidad se asienta en el prejuicio de que exista el objeto como complemento del sujeto y por lo tanto no hay posibilidad de que esto no suceda como tal, prejuicio, expresado como deseo o viceversa.

Pero no nos desviemos por esos otros intrincados caminos del fantasma, sigamos con el narcisismo. La madre no sólo inviste libidinalmente al sujeto, sino que reconoce y atribuye subjetividad al niño. Es ella la que reconoce el gemido como hambre, sed, molestia y va como sus recursos psíquicos se lo permiten, libidinizando, narcisizando, erogenizando al sujeto. Lo coloca en ese lugar de falo, es eso lo que cree que la complementa. Entonces el sujeto además de las pulsiones de autoconservación está investido por la libido materna que lo coloca en el narcisismo primario, súper necesario para la supervivencia del infans vulnerable, pero si sigue ahí, en ese paraíso, en

ese engolfamiento, en el deseo de la madre, devendrá la psicosis, es necesaria la interdicción del significante Nombre-del-padre, la prohibición, la castración. Ese evento que es a la vez maldito y salvador. Es ese que nos conducirá al sufrimiento y al deseo. Es esa herida narcisística de la castración. De esta forma se ingresa al orden simbólico quedando con esta herida una pérdida, una falta que abrirá paso al deseo, a la ley y a la sexuación, es decir al sujeto.

Sin embargo, las preguntas insisten: si bien es cierto que preguntarse por el origen del sujeto es una aporía, también es cierto que hay que no es inútil para la experiencia propia del mismo, reflexionar cuándo deviene como tal, y qué papel juega el narcisismo, si en el estadio del espejo, el yo se precipita, podemos entender al sujeto como en ciernes investido de libido por su madre, un protosujeto identificado como el falo de la madre, si la agresividad se da cuando existe sentido y es dirigida hacia otro, ¿es inherente al sujeto? Y por supuesto que es el objetivo de este escrito: ¿qué papel juega la madre en esa investidura, reconocimiento y agresividad en el/del sujeto?

No tenemos otro camino que seguir aquí que el ya recorrido camino del estadio del espejo y de la agresividad en el psicoanálisis para hablar de este papel materno. Recurrimos a lo que Lacan en su escrito sobre la familia, nombra el segundo complejo, el de la intrusión.

En este estadio, valga la repetición, es cuando esa instancia, el yo, se precipita, pero no olvidemos lo que dice después: “… la matriz simbólica en la que el yo [je] se precipita en una forma primordial, antes de objetivarse en la dialéctica de la identificación con el otro y antes de que el lenguaje le restituya en lo universal su función de sujeto”. Es decir, que por una parte, podríamos entender entre otras posibilidades que si bien el yo se precipita como una totalidad todavía le falta la identificación con el otro y sus avatares dialécticos, o sea la presencia-ausencia, el si-no etc., y finalmente que el lenguaje le permita restituir1 universalmente su función de sujeto a cabalidad.

Después de percibirse de manera fragmentada, el cuerpo adquiere una totalidad, la Gestalt de la que habla Lacan, sin embargo, ese espejo como el de narciso, en donde queda atrapado y fascinado por su propia imagen, implica al mismo tiempo, la presencia de la mirada del otro que le confirma que es él. Es decir, la confirmación de la mirada, la mirada complacida del que lo ve mirarse. Pero, después de ese encuentro gozoso, adviene la otra posibilidad y es que existe una alteridad, esa imagen que el espejo le devuelve, lo que se ha determinado como el doble, esa alteridad, ese otro

que puede ser no sólo el hermano, sino él mismo, que puede estar compitiendo por ese bien escaso que es el amor de la madre, la pregunta bien podría ser: ¿a quién mira mi madre, a mi o al otro?, ¿con quién sonríe, conmigo o con el otro? Ese otro que también puede ubicarse como el fantasma del gemelo.

Es aquí donde se habla en este complejo de los celos, del yo y del otro, así con minúsculas, el otro que puede ser visto con esa mirada envenenada como lo referencia Lacan de San Agustín. Es en ese momento, donde se presentará un conflicto en donde el sujeto mismo hará surgir el deseo por el objeto de ese otro (aquí puede entenderse el deseo como el deseo del otro). Donde al sujeto y al otro, no les quedará más remedio que competir con la agresividad que los acompaña debido a los celos, puesto que no le queda claro al sujeto que es lo de él y qué es lo del otro, aunque tampoco importaría que el sujeto tuviera claro que es lo que le corresponde a él, puesto que narcisísticamente, le correspondería todo ese objeto para él solo.

Ahora recapitulemos sobre la agresividad en sólo dos de las tesis de Lacan en la Agresividad en Psicoanálisis.

En la tesis I se plantea que La agresividad se manifiesta en una experiencia que es subjetiva por su constitución misma. Aquí se plantea que la agresividad tiene una intencionalidad, que no es meramente biológica, ya que si un sujeto comprende un sentido, es cabalmente un sujeto y que a su vez todo fenómeno de sentido lo implica. Sin embargo esta tesis plantea una separación con respecto de Freud puesto que plantea que la agresividad es inherente, casi biológica relativa a las pulsiones de autoconservación. No así del lado lacaniano, ya que son los celos los que movilizan la agresividad porque es una tendencia correlativa a la identificación narcisista que determina las posibilidades del sujeto con el entorno.

La agresividad juega un papel determinante en la serie de movimientos de la constitución del sujeto, puesto que esa imagen que lo llevó al gozo, se convierte en un entrometido con el que hay que pelear, o al cual seducir. Todo esto permite que el yo se separe de eso que no es él, del otro, pero esto no es de ninguna manera aterciopelado, a través de un camino suave, sino como todo movimiento psíquico, es un movimiento violento. A partir de esta diferenciación del yo, no-yo, podrá ser un sujeto entre los otros.

La siguiente tesis relacionada directamente con nuestro tema es la IV, La agresividad es la tendencia correlativa de un modo de identificación que llamamos narcisista y que determina la estructura formal del yo del hombre y del registro de entidades característico de su mundo.

Habrá que tomar en cuenta acá la encrucijada estructural para comprender la agresividad y la relación erótica que el sujeto se fija en una imagen que lo enajena a sí mismo y ese será el conflicto interno que determina su deseo por lo que el otro desea. Es claro Lacan cuando menciona que la experiencia subjetiva debe habilitarse para reconocer a cabalidad la agresividad ambivalente. Esta agresividad es correlativa y necesaria en el devenir del sujeto como tal. De ahí que nos relate el episodio visto por San Agustín, ““vi con mis propios ojos y conocí bien a un pequeñuelo presa de los celos. No hablaba todavía y ya contemplaba, todo pálido y con una mira envenenada, a su hermano de leche” Así anuda imperecederamente, con la etapa infans (de antes de la palabra) de la primera edad, la situación de absorción espectacular: contemplaba, la reacción emocional primordial: y con una mirada envenenada, que son las coordenadas psíquicas y somáticas de la agresividad original.”

Parecería entonces que cuando el sujeto se constituye, cuando construye su imagen, existe una diferenciación entre el yo y no-yo, esto implicaría el orden imaginario antes del orden simbólico. Pero no olvidemos que opera la falta, ya que entre la imagen del sujeto y el sujeto mismo existe una distancia. Sin embargo, hacia el año de 1953, cuando Lacan propone la primacía de lo simbólico, requiere revisar el estadio del espejo, introduce el espejo curvo donde explica que no puede haber identificación de la imagen desde cualquier lugar, sino de uno específico, del que está dado por lo simbólico. Es decir, que se necesita un lugar simbólico, esto hay que señalarlo lo suficiente, desde donde mirarse. El ideal del Yo, desde donde se ve narcisísticamente y el yo ideal que va a estar del lado del Otro grande porque existe la diferenciación entre el yo y no-yo. Todo esto para decir que el registro de lo simbólico, el de lo imaginario y el real se implican al mismo tiempo, no hay un orden lineal ni preestablecido. Porque el sujeto ya ha sido hablado, señalado, marcado con los significantes paternos y maternos con las idealizaciones de sus padres a través del lenguaje, con lo que es su organismo y con lo que el mira de sí mismo.

Con todo lo anterior es importante pensar entonces en el papel materno al momento de la constitución del sujeto y su papel en el narcisismo.

Bien se sabe que es ella la que con sus cuidados o falta de ellos marcará ese real del organismo que devendrá en cuerpo, con sus contactos físicos, con sus palabras, con lo que ese pedazo de carne signifique para ella. Identificarse con ella, ser como ella o ser lo que ella quiere. Cito aquí una escena del mercado, donde se muestra claramente esto. Un niño de alrededor de los dos años está haciendo lo que se conoce como berrinche, la

madre le dice con voz fuerte y en tono de enojo: “CÁLLATE PERRO”, él se sorprende y se calla, un segundo después él le espeta lo que podría entenderse como: “CÁLLATE PERRA”, ella se ríe y le vuelve a decir lo mismo, esto continúa repitiéndose por un minuto más con las caras sonrientes de los dos.

Es ella o quien ejerza esa función materna, quien le proporciona eso que es deseable ver o lo que no lo es, el ideal al cual satisfacer, donde su deseo está inmerso en lo que la Otra desea de él, es ella con la que quiere confundirse, fundirse, ser como ella, ser ella. A través de sus palabras de sus mandatos que se volverán acaso superyoicos, que lo incluye junto con la interdicción paterna que instituye esa herida narcisística es lo que Lacan considera como el tesoro de los significantes y sí, ya que le proporciona esa lengua materna que lo incluye en una red de significantes al cual pertenecer.

A partir de cómo ella haya atravesado su Edipo, como puede, inviste al nuevo sujeto como falo, como objeto de deseo, como elemento despreciable, vengándose de él por su situación, como alguien que la va a acompañar, o que la va a sacar de la miseria existencial de su vida, o bien que va a cumplir sus deseos, o con quien desquitar su venganza, o como quien va a hacer lo que ella no pudo, como his majesty, the baby, en fin como pueda. De eso no se ha podido librar la lucha feminista2, siempre habrá quien señale el papel que jugó la madre para que ese sujeto sea como es.

En estos tiempos donde una gran mayoría de madres tiene poco contacto con sus hijos ya que hay que dividir el tiempo entre trabajar y cumplir con el requisito biológico de la alimentación, con el del descanso, con las necesidades educativas y toda esas actividades que las madres realizan. Las preguntas emergen con que se identificará el sujeto, ¿qué querrá esa Otra?

Las situaciones ambivalentes tampoco escasean, donde los niños son puestos como su majestad el bebé, donde todo tiene que ser satisfecho para él, no tiene que esforzarse porque como él es quien es, se lo merece todo. Atrapados de alguna manera en el deseo materno y en la negligencia paterna incapaz de poner límites. Tal es el caso de hombres y mujeres sumamente capaces que no trabajan porque no encuentran el trabajo que ellos merecen. Un profesional de casi 40 años que está instalado en el goce de no moverse de lugar, vivir en casa de sus padres, recibir una renta paterna como si fuera estudiante, pero un estudiante que sale con mujeres, que va a restaurantes, que tiene novia y que la invita a paseos por el país. El padre aunque no le va mal, piensa que es una situación que mantiene unida a la familia. Él no acepta un trabajo para el cual no se capacitó, debe ser un

exitoso profesionista y sufre porque no lo es. La madre da mensajes ambivalentes, “es bueno que estés aquí pero tienes que dejar de abusar de tu padre”, El mundo está en su contra.

En otros escenarios y sin mencionar otras intrincaciones estructurales, podríamos entender el que los “cholos” a pesar de su juventud, no aguanten el trabajo en las maquiladoras, son las mujeres, sus madres, quienes soportan ese trabajo esclavo. Ellos no están para eso, están para “pasarla chido”, no tienen acceso ni quieren ir a la escuela, ¿para qué? Los chicos aspiran a ser narcotraficantes, sicarios o padrotes, tener mujeres como si fueran reces para que les proporcionen dinero, ellos se merecen una buena vida aunque sea a costa de otros, “Ellos se lo merecen” porque son ellos. Carne de cañón para ser utilizados por los que tienen el poder económico y en consecuencia político.

Ellas, sus madres, no saben qué hacer, los chicos no van a la escuela, no tienen trabajo, no pueden vivir con ellas porque no los pueden mantener ni soportar que hayan crecido y tengan otras necesidades, que ya no tengan que pelearse porque no van a la escuela, los corren y no los aceptan sino hasta cuando el peligro de muerte está literalmente en la puerta. Sujetos dispensables3 hasta el horror aún a pesar de su propio narcisismo.

Está claro que el narcisismo en el análisis de este fenómeno es importante porque nos puede dar cuenta de cómo dirigen la investidura libidinal hacia sí mismos y muy poco hacia los objetos, también es definitivamente cierto que no únicamente habrá tomar en cuenta el narcisismo para explicar esta compleja situación, sin embargo, puede entenderse que interviene de manera importante en el entendimiento de estos fenómenos en conjunción con el deseo de la madre, la modulación, o evitación de la entrada de la Metáfora paterna, el superyó castigador o el goce.

Para terminar, es necesario decir que a cien años de introducción del narcisismo, el sujeto sigue siendo preso de los avatares narcisísticos ya que como bien sabemos no hay golpes más duros y dramáticos que los asestados al narcisismo, puesto que estamos sujetados tiene efecto ya que siempre se querrá recuperar ese objeto inexistente que creemos que perdimos.

NOTAS

1 Aquí una se plantea pregunta ¿por qué restituir y no instituir?, podríamos pensar que restituir porque ya ha sido concebido desde mucho antes por los significantes, o bien instituir a partir de esos significantes.

2 Hay que considerar que las primeras reivindicaciones de la lucha feminista se plantean en cuanto a su papel materno, el cuidado de los hijos.

3 El “Homo sacer” de Agamben tal cual

BIBLIOGRAFÍA

Casas M. En torno al rol del “espejo” Winnicot, Lacan, dos perspectivas, recuperado el 15 de octubre de 2014 en http://www.querencia.psico.edu.uy/revista_nro4/myrta_casas.htm

Freud, S. (1996). Introducción del Narcisismo. En J. L. Etcheverry (Traduc.),Obras completas: Sigmund Freud (Vol. 14, pp.65-104). Buenos Aires: Amorrortu. (Trabajo original publicado en 1914)

Gerber D. (1999) El sujeto y el fantasma En Jacobo, Flores e Yrizar compiladores El sujeto y su odisea, México D. F. Universidad Nacional Autónoma de México. Con apoyo de DGAPA.

Lacan J. (1998).Más allá del principio de realidad. En Escritos I (20ª Ed.) México D.F. Ed. Siglo XXI.

Lacan J. (1998) Acerca de la causalidad psíquica. En Escritos I (20ªEd.) México D.F. Ed. Siglo XXI.

Lacan J.(1998), EL estadio del espejo como formación del yo tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica. En Escritos I (20ª Ed.), Siglo XXI México D. F. Ed. Siglo XXI.

Lacan J. (1998), La agresividad en psicoanálisis. En Escritos I (20ªEd.), México D.F. Ed.Siglo XXI

Lacan J. (2012), Los complejos familiares en la formación del individuo, en Otros escritos (1ª reimpresión), Buenos Aires, Ed. Paidós.

Martínez C. Néstor.(2011) El narcisismo…Freud y Lacan En Revista de Psicología GEPU. Vol IV no. 2 Recuperado el 15 de octubre de 2014.http://revistadepsicologiagepu.es.tl/Elnarcisismo%26%238230%3B-Freud-y-Lacan.htm

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