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  • Foto del escritorMaría Del Carmen Franco

INSIGNIAS DE LO FEMENINO EN UN CUERPO

I. Las insignias

Según el diccionario etimológico, insignia, viene del Latín, forma plural y neutral del adjetivo insignis (notorio, distinguido y distintivo) Insignia viene a significar: “las cosas notables o que resultan distintivas” y de ahí el paso a su significado de objeto que sirve como símbolo o emblema. El adjetivo insignis lleva el prefijo in (en el interior, intensificación) sobre la raíz de la palabra signum (signo señal, aquello que uno sigue). Esto viene a cuento porque nos adentramos en la cuestión del cuerpo de mujeres.

¿Qué es lo que hace a una mujer, mujer? ¿Lo es porque tiene cromosomas XX? O ¿porque tiene pelos largos e ideas cortas?, o bien ¿porque usa maquillaje? Estas preguntas vienen a cuento porque desde la aparición del ser humano en el planeta, se tiene que ser legitimado por el Otro, en este caso por el Otro social para ser reconocida como mujer o como hombre. Mujer cis o mujer trans, pero como mujer, o bien como hombre cis o trans[1].

Parece que para hacerse de un cuerpo femenino no es necesario y al mismo tiempo imposible dejar atrás a los seis mil quinientos genes que señalan los genetistas como diferencia del cuerpo masculino, porque eso para el Psicoanálisis no importa, ni siquiera haber nacido con cromosomas XX, por donde atraviesa ese recorrido, es un camino diferente, ya que en lo inconsciente no existe la diferencia sexual, sino que la aceptación e identificación de llamarse hombre o mujer, se va construyendo, se establece por diferentes identificaciones y no solo porque nacieron con un equipo biológico determinado por el discurso genético, esas identificaciones en conjunto repercuten en la identidad del sujeto. Para devenir hombre o mujer y reconocerse como uno, otra u otre, es necesario identificarse con lo que se ha establecido como insignias de lo femenino, masculino y lo que hay en el medio, que puede ser cualquier significante. En el caso de las mujeres, que es el tema de este trabajo, podemos nombrar los más conocidos como: senos, pelo largo, maquillaje, modo de caminar, de hablar y otros muchos que se escuchan en el consultorio. Sin embargo, los psicoanalistas escuchamos lo que no se dice ni en nuestros consultorios ni en los médicos, que la diferencia estriba en la forma de acceder al goce, lo que retomaremos más adelante.

Las insignias desde Lacan (2005) son las que el sujeto trae consigo de regreso después del movimiento del que se trata en el acaecer del sujeto, a saber del Complejo de Edipo, se reencuentra constituido de una cierta manera así como con un nuevo deseo, con el Ideal del Yo por la insignias paternas. Este concepto de insignia lo trabaja entre otros seminarios en el 5 donde en la clase XVII menciona que:

“Insistí en que toda identificación del tipo Ideal del yo se debía a la puesta en relación del sujeto con ciertos significantes del Otro que llamé insignias, y esta relación a su vez se incorporaba a un deseo distinto del deseo que había puesto frente a frentes esos dos términos, el sujeto y el Otro como portador de las insignias”

Según el autor, existe una problemática al asumir ciertas insignias de una manera enigmática, porque están en una relación singular con el sujeto, están, amenazadas y al mismo tiempo se les recoge en relación de deseo a propósito de ese tercer término que es la madre, ya que toda identificación con las insignias del Otro, depende de la demanda y de las relaciones del Otro con el deseo, con su propio deseo, y sabemos por experiencia (dice Lacan) que cuando algo es versagen, (frustrado, puede leerse perfectamente) se produce en el sujeto el fenómeno de la identificación secundaria o identificación con insignias del Otro.

Pero hay algo que debemos preguntar, ¿por qué son tan importantes las insignias para la feminidad en general incluyendo la feminidad Trans?

Serge André (André 2002) propone que en el momento del estadio del espejo, la imagen, viste al cuerpo como el florero en el esquema óptico de Lacan. Lo que se juega es la unidad unificada del sujeto que resulta dependiente del Ideal del Yo, a saber, de la insignia fundadora que el sujeto descubre en el Otro y que Lacan reconduce a la raíz de la identificación paterna. Recordemos que la histérica se revela en su pregunta por la feminidad y que la insignia paterna no indica más que al falo, así está puesto en tela de juicio, en la demanda de la histérica al padre, es una falta absolutamente radical: más que de un fracaso de la represión, se trata de una autentica imposibilidad de reprimir lo que es designado, pues lo que debía reprimirse no está, no lo hay en el Otro, no hay significante del sexo femenino como tal, dice el autor[2]. Y esta falta de apoyo con una identificación femenina, (André 2002) provoca que la imagen corporal no puede vestir y erotizar lo real del cuerpo femenino, entonces se siente aprisionada en el fantasma masculino identificando así su comportamiento sexual. Intenta al mismo tiempo consagrarse al padre e identificarse con una imagen femenina que tiene que ver con la construcción de la histérica en el nivel de la identificación paterna del Ideal del yo, lo que implicaría que la falta, la falla se manifieste en la carne desexualizada, por ello dice el autor que su imagen corporal es siempre vacilante y frágil, de ahí la importancia que las mujeres conceden a la imagen corporal y la preocupación constante por portar las insignias necesarias que puedan relacionarla con la feminidad.

Pero, no hay problemas en este tiempo de Tiempos neoliberales, ya que estas insignias las ofrece el mercado y se han utilizado desde que los sujetos se han considerado a sí mismos como mujeres y las han portado antes de que la modificación de sus cuerpos pudiera hacerse, hay que decir que les ha costado mucho desde que se impuso la religión monoteísta, ya sea occidental, medio oriental u oriental; puesto que antes de este mandato que lo penalizaba, existían los que se consideraban con un doble espíritu por ejemplo en los nativos de todo el mundo, ya sea los que reportaban los romanos en sus conquistas o bien los nativos del nuevo mundo. Lo que hacían era utilizar los abalorios, afeites y vestimentas que se consideraban por los discursos imperantes, únicamente de mujeres. Utilizarlos sobradamente para que de esa manera, como decía una chica trans, compensar “la falta de feminidad”.

De ahí en adelante, hacer todo lo posible para que eso sucediera, desde aquella primera cirugía para reasignación de sexo en 1930, de Einar Weneger para ser Lili Elbe, de quien se cuenta esa hazaña en la Novela y en la película “La Chica Danesa”.

Las personas trans, pero más las mujeres se han convertido en todo un nicho de mercado para las cirugías como lo señala Miquel Missé (Missé 2018). Pero para acceder a ello, en primera instancia hay que ser atravesados por el discurso psiquiátrico y asumir el trastorno de Disforia de Género, que está en el DSM5. Estar de acuerdo con que se tiene un trastorno psiquiátrico, una enfermedad mental y como para toda enfermedad hay una cura, entonces, se le ofrece lo que pueda curar ese malestar, en primer lugar tratamientos hormonales, después cirugías para implantarse senos, para finalmente hacer la reasignación quirúrgica, la penectomía y la vaginoplastía, es decir hacer una vagina con la piel del pene, después pueden hacerse la feminización facial, que consiste en contorneo de frente, lifting de cejas, rinoplastía, contorneo de mandíbula a través de lijado del hueso, extirpación de la nuez de Adán. Es así como a pesar de la inmensa cantidad de dinero y el dolor de la recuperación que se necesita para parecer más y más femeninas, están dispuestas a pagarlo hasta llegar a ser una caricatura de mujer, recurso de las Drag Queens (¡a mucha honra!, decía una) sobradas de maquillaje y de lentejuelas, equilibrando el tamaño de la peluca y su espesor para compensar el tamaño de los hombros para no parecer desproporcionada.

Este nicho de mercado por supuesto excluye a las mujeres trans que no tienen esas posibilidades económicas y que solo pueden acceder a las insignias de menor costo que pueden llevarlas a la enfermedad, como inyectarse aceite de bebé bajo la piel, las pelucas, el maquillaje, las lentejuelas, el vestido.

Para aquellas que pueden lo pagar en estos tiempos neoliberales donde todo está al acceso si se tienen las posibilidades económicas, la “ciencia” presenta la “patología” y la “cura”: la cirugía y los tratamientos hormonales, para acceder a lo que el filósofo trans Paul Preciado llama la sociedad fármaco-pornográfica cuyo motor es: “… el control farmacopornográfico de la subjetividad, cuyos productos son la serotonina, la testosterona, los antiácidos, la cortisona, los antibióticos, el estradiol, el alcohol y el tabaco, la morfina, la insulina, la cocaína, el citrato de sidenofil (viagra), y todo aquel complejo material-virtual que puede ayudar a la producción de estados mentales y psicosomáticos de excitación, relajación y descarga, de omnipotencia y de total control. Aquí, y todos sus derivados semiótico-técnicos son hoy el principal recurso del capitalismo postfordista” (Preciado 2008)Así, el cuerpo que sea en este siglo se vuelve deseable gracias a los tratamientos farmacológicos y a su promoción visual, hay que mostrarlos, hay que venderlos, todo se vuelve mercancía en esta economía de mercado. Así lo que habrá que producir en cantidades industriales para quien pueda pagarlas, serán las hormonas sintéticas para que puedan conservar la textura de la piel y el adelgazamiento de la voz de ese nicho de mercado que son las mujeres trans.

Una de las propuestas interesantes de Preciado, es que considera la violencia de género de la que son víctimas las personas trans, así como las mujeres, tanto las trans como las cis, como equivalente a la derivada del sistema de género, ya que es como el sistema operativo con el que se reproducen las percepciones sensoriales que toman la forma de afectos, deseos, acciones, creencias e identidades. Es así como decimos, soy hombre, soy mujer, soy heterosexual, etcétera. De esa forma el género la masculinidad o feminidad para este autor, es una ecología política, una ficción somaticopolítica producida por las tecnologías de domesticación del cuerpo, que demarcan las posibilidades del cuerpo y que funcionan como esos velos que distorsionan la realidad de manera permanente.[3]

Otra de las propuestas de este autor, es que al administrarse por cuenta propia la testosterona (por no querer el género femenino que se asignó al nacer, ni el género masculino que la medicina transexual promete y que el Estado le otorgará si se portara bien) es que no solo se administra la sustancia, sino se percata perfectamente que se suministra una cadena de significantes políticos que se materializan en el cuerpo, no es solo la testosterona, sino el concepto de testosterona, una serie de signos de textos, de discursos, una cadena carbonada esteroide con toda la historia de la modernidad, una serie de transacciones económicas farmacéuticas y todo el devenir de la ciencia, convirtiéndose en uno de los conectores somáticos donde circula el capital, poder, deseo, la libertad, sumisión, basura, rebelión. Es decir, se percata en la conciencia que no solo es la sustancia sino lo que esa sustancia conlleva en términos significantes para sí como sujeto.

Por otra parte y en otro tenor del tema, habría que considerar aquí lo que Misse[4] (Missé 2018) considera como recuperar el cuerpo deseado. Este autor plantea a su manera que hay que aceptar que nunca una mujer trans llegará a ser una mujer cis, que hay un límite insalvable, marcado por los seis mil quinientos genes que las mujeres cis tienen como distintivo genético. Así, que los modelos de mujeres trans, deberían ser otras mujeres trans y no las mujeres cis. Plantea que el mercado médico es un gran ladrón de cuerpos, ofreciendo satisfacer la demanda de cambiarlo porque se siente que se vive en el cuerpo equivocado. Propone lo que llama una Ética corporal trans que implica “sentarnos frente a frente con la idea de que nacimos con un cuerpo equivocado y decirle BASTA. Nuestros cuerpos están bien, el problema es cómo se interpretan las partes de nuestro cuerpo en una sociedad como la nuestra, los significados y connotaciones que tienen y por ello creer que hay que modificarlos”, esta ética, significa renunciar al cuerpo soñado y asumir que si se quiere modificar el cuerpo, hay que hacerlo porque se quiere, no porque esté equivocado. “No es lo mismo modificar el cuerpo porque uno piensa que está equivocado que modificarlo porque siente que quiere vivir mejor” dice el mismo autor.

II. El Psicoanálisis y el deseo

Para empezar diremos que desde la teoría psicoanalítica, se considera al deseo mismo como perverso, ya que no hay objeto único que lo satisfaga, puede derivar en muchos. Recordemos a Lacan y su posición al respecto a través de Marta Gerez: “Por una parte al decir Lacan que el deseo es perverso sólo expone de manera brillante que no hay un objeto natural ni para el deseo ni para la correlación de los sexos: no existe un objeto sexual canónico, los objetos del deseo son el resultado de una sustitución y de un desplazamiento, en suma de una subversión. Con esto Lacan completa la demolición de las ideologías de la “normalidad” y “uniformidad” de la sexualidad humana que había iniciado Freud.

La concepción de que el deseo es perverso echa también por tierra aquello de que, per se, la renegación –o desmentida de la castración– pueda ser la referencia clave para ubicar la posición del sujeto perverso.” (Gerez s/d)

Rescato esta cita que abona en lo que propongo de dos formas: una porque no hay EL OBJETO de la pulsión, por lo tanto tampoco de la sexualidad humana y dos porque la desmentida de la castración no ubica necesariamente a las personas trans como de estructura perversa, o de estructura psicótica como lo propone Millot, (Millot 1984) parece que el psicoanálisis tiene una deuda con estos sujetos y el reconocimiento de su deseo, a pesar que desde las fórmulas de la sexuación se podían inferir estas circunstancias. Esto hace pensar que hay una deuda con las personas trans desde el psicoanálisis, puesto que la identidad sexual no depende de los genitales sino de una operación lógica para el reconocimiento de esa subjetividad sin clasificación aunque sea de estructura, es deber ético de todo aquél que se diga psicoanalista.

Por otra parte, lo que propone la psicoanalista Catherine Millot es que los registros no se anudaron bien, (de eso estamos seguros todos, no hay ningún anudamiento armónico ni estable) propone que el cuarto lazo solo anuda lo (Millot 1984) Simbólico y lo Imaginario, dejando fuera el registro de lo Real. Para esta autora las mujeres trans quieren ser LA mujer que vendría a suplir el Nombre del Padre, mientras que los hombres trans quieren ser un hombre ya que no pueden identificarse con LA mujer y se sitúan en el lugar de esa abertura que las separa de las mujeres. Parece que por ese posicionamiento subjetivo, las considera psicóticas, al contrario de los hombres trans.

Dice esta misma autora que el transexual no existe sin el cirujano y sin el endocrinólogo, aquí coincide con Preciado en el sentido de la mercancía de la pornografía y las sustancias actuantes para cambio de género. El hecho de que la ciencia como ese Otro se ofrezca para responder al interrogante del deseo conduce al transexual a constituirse en el objeto de su goce. Pero más allá de los abalorios y de todas las insignias, hay que retomar que en lo inconsciente no hay división sexual, que tal división es producto del lenguaje y que como no todo está dicho, pueden cambiarse las cosas, de manera que es casi acusador decir que quieren ser La mujer, me parece que si esto se presenta en una estructura psicótica, entonces sí, será La mujer, tal cual el presidente Schreber y si existiera El hombre, sería el padre de la horda primitiva, como lo propone Frida Saal (Saal 1998).

No es mi intención decir que no existe la posibilidad de que en las personas trans no pueda haber psicosis ni perversión, pero tampoco lo contrario, no puede aseverarse que todas las personas trans sean perversas o psicóticas, así como no puede hacerse generalización alguna.

Desde el lado de la filosofía, algunas personas que en lo normativo, podrían considerarse trans, no quieren ser clasificadas y tienen razón, cualquier clasificación es errónea si hablamos de un sujeto en particular, estas personas son claramente críticas de la política que subsume sus cuerpos a “ficciones” (que habría que analizar con más detenimiento), como lo señala Preciado (Preciado 2008):

“La masculinidad y feminidad son como la depresión o la esquizofrenia, ficciones médicas definidas únicamente de forma retroactiva con respecto a la molécula que tratan” ya se trate de la dopamina o la testosterona. Se considera desde esta visión política que empezó a visualizarse con Foucault y su visión del biopoder, que el sexo definitivamente forma parte de los cálculos de poder, de modo que el discurso sobre la masculinidad y feminidad y las técnicas de normalización de las identidades sexuales se transforman en agentes de control y modelización de la vida. Esto lo pone en acto desde1868 Krafft-Ebing con su enciclopedia de las sexualidades normales y perversas, de esta forma se vuelven objeto de vigilancia y represión jurídica.

… La certeza de ser hombre o mujer es una ficción somaticopolítica producida por un conjunto de tecnologías de domesticación del cuerpo, por un conjunto de técnicas farmacológicas y audiovisuales que fijan y delimitan nuestras potencialidades somáticas funcionando como filtros que producen distorsiones permanentes de la realidad que nos rodea. El género funciona como un programa operativo a través del cual se producen percepciones sensoriales que toman la forma de afectos, deseos, acciones, creencias, identidades.”

III. El mercado

La ideal definición de la economía de mercado, hace referencia a la organización social destinada a facilitar la producción y el consumo de los bienes y servicios surgidos del juego entre la oferta y la demanda. Así, todos satisfaríamos las necesidades de todos al atender las propias, donde no hay dictadores que gobiernen ni indiquen con leyes o castigos la actividad a realizar y menos la fuerza para hacerla cumplir. El mercado es una guía que muestra a los particulares cómo alcanzar mejor su propio bienestar y el de los demás. Si bien el mercado en su intrincado sistema produce mercancías necesarias para la supervivencia de los seres humanos, también es cierto que produce mercancías no solo innecesarias, sino dañinas para el mismo ser humano en aras de aumentar la tasa de ganancia, si con ello se desaparece la vida de los seres humanos, de la naturaleza, pues que se haga. Siempre quedará el recurso de decir que se tienen los medios para resolver el problema. El mercado no genera ni asegura un orden social, al contrario, genera más desequilibrios porque todo lo convierte en mercancía: la salud, educación, seguridad social, medicamentos, tranquilidad, agua, aire, los derechos humanos y por supuesto también la belleza.

El mercado se adueña también de las subjetividades, si puedes comprar una cirugía de pechos, ahí está el mercado para satisfacer ese síntoma, si no puedes entonces están las tetas de silicón que se ponen y que se quitan, así con el resto de las insignias, ese sector de la producción que se apropió de ese nicho de mercado, está para producir esas mercancías que permitirán al sujeto pensar que satisface sus deseos, como si con ello se quitaran el malestar que implica la subjetividad.

IV. Las palabras de las trans.

Finalmente no hay otra cosa más importante que las palabras mismas de esas personas trans, que no son las que concursan en Drag race[5], sino son las que nos encontramos en el metro, en la calle, viviendo en una lucha por aceptarse a sí mismas y que están moviéndose para ser reconocidas como mujeres y con respeto a sus derechos, lidiando también con lo que el mercado dice que “deben” tener. Luchando para no ser estigmatizadas por lo que son y por lo que hacen. Como dice la filósofa trans y youtuber Natalie Wynn (Wynn 2019), los hombres heterosexuales que buscan sus sexoservicios, tratan de mantener su estatus como tales, es decir, como ciudadanos con todos los derechos, mientras que a ellas las condenan, discriminan, las tratan como fenómenos durante el día, mientras en la noche las buscan y las tratan como sus novias. Y no es que los derechos no estén contenidos en la ley, sino que el Otro social, no la ha asumido del todo. Menciona que deberían avergonzarse, no por buscar los servicios eróticos de las mujeres trans, que es una actividad libre y de adultos, sino por tratar a las mujeres trans como sus secretos sucios que nadie debe conocer; por deshumanizarlas e incluso votar para que ellas no tengan derechos; por negarse a salir de día con ellas por el estigma que vulneraría su masculinidad, cuando ellas tienen que hacerlo todo el tiempo; por atacarlas al descubrirse su relación porque no soportan ser tratados ni percibidos como gays; por avergonzarse de que les guste una mujer trans, cuando ellas ya ha tenido que soportar suficiente violencia por su elección.

Las siguientes frases de mujeres trans, son retomadas del evento llamado “ME LA PELAS” que presentó la doctorante Vanesa González[6] en el Local 21, ahí se presentaron entrevistas grabadas que hizo la investigadora, así como fotos de estas mujeres

En el evento se rescató entre muchas otras las siguientes frases dichas por mujeres trans de las entrevistas hechas por la doctorante que nos dice mucho acerca del deseo de ser no solo percibida sino reconocida como una mujer.

“Güey sí, es que yo necesitaba que otros me percibieran; o sea ¿por qué?... pus para sentir que existía ¿no?, como mujer ¿no?”

También nos hablan de la ambivalencia que tienen al respecto, que podemos observar en la siguiente frase:

“Sí, estoy feliz, adoro mi cuerpo, me encanta el saber que soy un hombre que se viste de niña, admiro tanto a las mujeres, me gustan tanto que me visto como una mujer”

La problemáticas que se viven al tener hijos:

“Yo por ejemplo yo no tengo ningún pedo que me digan papá, ni tampoco intento ser la mamá de mis hijos ¿no? No tengo ningún pedo en ser su papá. Porque eso es lo que soy ¿si? Pero eso no me convierte en un hombre”

O las ambivalencias al establecer una relación amorosa:

“Yo lo fui así, como que resolviendo para mí, fue resolver un rompecabezas ¿no? Pero bueno, me sucedió esto, me casé, me enamoré, nos casamos, este, y esta es la parte dolorosa, difícil, complicada”

Las explicaciones que se da a sí misma para entender su ser y su cuerpo.

“Yo creo que mi mamá razonó que la culpa era de ella, del tener esa relación conmigo así súper chida, y entonces también razonó de que, se tenía que separar de mi para que… ya no me siguiera influenciando su feminidad ¿no? … yo, son conclusiones mías ¿no?”

V. Hacia el futuro

Para terminar apretadamente esta reflexión hay que insistir que el Psicoanálisis está en una especie de deuda con estas personas a las que ha tachado desde psicóticas o perversas. Parece que hay que escuchar un poco más.

Por otra parte también enfatizar en que no todo está dicho. Lo que es verdad asumido en la actualidad, no lo será mañana. Recordemos que hay deslizamientos de los significantes, tan solo hay que recordar que Queer pasó de ser un calificativo deleznable a toda una teoría. De este modo no hay nada escrito, las cosas pueden cambiar.

También hay que decir que no puede verse la realidad sin velos, no hay manera de hacerlo, para Preciado es este sistema operativo que permite diferenciar los géneros, funciona como velo, sí, sin duda, pero habrá que reconocer que lo que es posible es saber acerca de ese velo y cuestionarlo, cómo se ha construido, cómo se reproduce, en fin, cómo es su devenir, pero lo que no podemos pensar es que no exista ningún velo. Habrá otros, construiremos otros con los que no estemos de acuerdo tampoco.

Ahora bien, es importante mencionar que sea de la forma que se haga, aboliendo los géneros u otra que ni se me ocurre, nunca el ser humano estará armónico consigo mismo.

Bibliografía

André, Serge. ¿Qué quiere una mujer? México: Siglo XXI, 2002.

Gerez, Marta. Imago agenda. s/d de s/d de s/d. http://www.imagoagenda.com/articulo.asp?idarticulo=1813 (último acceso: 15 de Agosto de 2019).

Lacan, Jaques. El seminario 5. Las Formaciones del Incosnciente. Buenos Aires: Paidós, 2005.

Marquez, Lucía. genotipia.com. 26 de Juio de 2017. https://genotipia.com/genes-diferencias-hombres-y-mujeres/ (último acceso: 26 de agosto de 2019).

Millot, Catherine. Exsexo. Ensayo sobre el Transexualismo. Buenos Aires: Ediciones Paradiso, 1984.

Missé, Miquel. A la conquista del cuerpo equivocado. Barcelona: EGALES, SL, 2018.

Preciado, Beatriz. Testo Yonqui. Madrid: Espasa, 2008.

Saal, Frida. Palabra de Analista. México: Siglo XXI, 1998.

Wynn, Natalie. Are traps gays, Contrapoints. Dirigido por Natalie Wynn. Interpretado por Natalie Wynn. 2019.

Zizek, Slavoj. El Sublime Objeto de la Ideología. México: Siglo XXI, 2007.

[1] Esto también está sujeto a debate por los colectivos de mujeres trans. [2] Yo no estoy tan segura de que exista un significante del sexo masculino como tal. [3] Abordaremos esto más ampliamente en la tercera parte del trabajo, ya que no hay manera de que no haya velos y por lo tanto distorsiones. [4] Hay que considerar que Misse es un hombre trans, con los que según La filósofa Natalie Win no generan ningún problema. [5] El programa nos sugiere que solo tienen esa fase, no las ven como sujetos con todas sus ambivalencias. Una no sabe de esas concursantes lo que es necesario para concursar. [6] ¡ME LA PELAS! Historias que Trans/citan, el 29 de junio 2019 en el Local 21, presentado por Vanesa González

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