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María del Carmen Franco Chávez

LAS PULSIONES Esas indomeñables, irrepresentables.


En la edificación del psicoanálisis, Freud se refiere a las pulsiones como construcciones que toda ciencia hace, ya que ninguna parte de definiciones claras y contundentes. En el caso de las pulsiones, nos muestra cómo lo hizo[1]: describir los fenómenos que luego son agrupados, ordenados e insertados en conexiones, pero no sólo las describe. Sino que fundamentalmente crea esas instancias, para explicar los fenómenos psíquicos.

En Pulsiones y destinos de pulsión de 1915 dice que:

“Ya para la descripción misma es inevitable aplicar al material ciertas ideas abstractas que se recogieron de alguna otra parte, no sólo de la experiencia nueva”.

Así, es imposible no referirse a la clínica, pues con la escucha era donde capturaba y pensaba las relaciones con esas construcciones teóricas: las pulsiones que, como cualquier concepto básico, experimentan cambios constantes de contenido.

Sin embargo, al pensar en el origen del concepto desde la obra freudiana, podemos situarlo desde mucho antes, quizá desde el Proyecto de Psicología para Neurólogos, cuando plantea que el aparato mental tiende a la descarga energética hasta un punto de mínima excitación: volver al punto mínimo de inanimado, es decir, hasta la muerte.

Así, Freud es coherente con su obra; pues el concepto lo acompañó a lo largo de toda su producción y nunca lo dejó satisfecho, como dijo en las Nuevas Conferencias de Introducción al Psicoanálisis (1933):

“la teoría de las pulsiones es, por así decirlo, nuestra mitología, las pulsiones son seres míticos, formidables en su imprecisión”, que de ninguna manera pueden estar ausentes en ningún proceso de la vida, ya que “de la acción conjugada y opuesta proceden las manifestaciones de la vida, a las que la muerte pone término”.

El saber de las pulsiones es nebuloso. Las diferencias entre pulsión e instinto, son que mientras el objeto (Objetk) del instinto proviene del exterior, el de la pulsión proviene del interior y además puede ser cualquier cosa que el sujeto elija, es intercambiable y totalmente indiferente. Las metas (Ziels) de la pulsión son heterogéneas y tienen una función preponderante, así como los esfuerzos (Drang) que son constantes, mientras los del instinto no; y por supuesto también las fuentes (Quelles) que provienen del interior también, mientras no es así en las del instinto. Para hablar de las pulsiones y sus intrincaciones, solo podemos hacerlo, si hablamos de los sujetos que han sido atravesados por la falta y se manifieste ese estímulo que procede del interior del organismo.

Entre las diferentes definiciones de pulsión está la de Assoun (1982):

“…la presión cuyo fin es suprimir un estado de tensión que aparece en la fuente somática por medio de un objeto. Por tanto, conviene representársela como una excitación interna, lo cual dispensa de colocar en la idea freudiana de pulsión la idea de actividad exuberante asociada con el término vecino de instinto [...] En efecto, comprendamos bien que la pulsión no es en Freud la manifestación activa y positiva de un instinto concebido como principio: es, mucho más modestamente, un disturbio económico, insatisfacción que se notifica como por superar.”

Dos cosas hay que notar en esta definición: puede estar presente nuevamente desde el Proyecto de Psicología para Neurólogos, donde hay intercambio de energía interna y externa y que las pulsiones tienen objetos intercambiables y aunque sea modesto ese disturbio económico tiende a buscar satisfacerse de maneras mezcladas e insospechadas.

Por su parte, Lacan considera a la pulsión un montaje que se presenta sin ton ni son, como surrealista y lo ejemplifica con un dínamo enchufado a la toma de gas de la que sale una pluma de pavo real que le hace cosquillas al vientre de una hermosa mujer que adorna el asunto. De lo que se colige que es imposible representarlas y menos pensar cómo se mezclan y desmezclan, en una suerte de irracionalidad ilógica.

Las pulsiones nunca se satisfacen, puesto que actúan como una fuerza constante a diferencia de las necesidades que sí se satisfacen y que incluso pudieran considerarse los estímulos pulsionales. Siempre queda un resto que no se satisface y siempre tratan de hacerlo, hasta lo inanimado, es decir, hasta la muerte. Eso queda claro en todo lo que analicemos. Tenemos muchos ejemplos, baste citar a los observadores de las o los streapers, los espectadores quieren ver más y más, así como la canción de que la morena quiere más. Todos queremos más. Slim quiere más. La pulsión es indomeñable.

Para ilustrar tal ejemplo, puede considerarse el video Rock DJ de Robbie Williams (2000), porque muestra de manera gráfica lo que se pretende decir; trata de un sujeto que quiere llamar la atención de una DJ y para ello se quita la ropa. Como no consigue la atención de la interpelada, con una expresión de dolor se quita la piel y la agita sobre su cabeza. Ella sigue sin brindarle su atención y entonces se quita los músculos y la carne. También en la escena hay unas mujeres que sí lo están viendo y que cuando les avienta alguno de los músculos, lo atrapan y se lo llevan a la boca lamiéndolo o mordiéndolo. Finalmente la DJ, baja de su lugar y comienza a bailar con él cuando ya es un esqueleto. Ahí termina el video.

No hay que olvidar que la mirada y la visión son diferentes, que la pulsión escópica se refiere a ver, verse, ser visto. La visión tiene que ver con el sujeto, mientras que la mirada es un objeto y está del lado del otro, es decir, lo que provoca ese objeto en el otro.

En ese sentido, el video va más allá de lo pornográfico, pues ofrece lo que hay para ser revelado, hasta la desaparición, es decir hacia la meta de la pulsión que es recuperar ese estado de pasividad inerme, hasta la muerte. El video entonces se ofrece para ser mirado, mientras que los que miramos somos satisfechos con esa mirada pasiva que nos coloca en el lugar del otro al que va dirigido el video, provocándonos cualquier cosa: desagrado, interés, molestia, admiración, etc. Es decir, se juegan nuestras pulsiones y nuestro deseo ahí, en esa mirada.

Es interesante porque también muestra como la pulsión escópica no se satisface: ellas quieren ver más hasta que lo visto se destruye, sin contar con la incorporación de lo visto y que no tiene otro camino que desaparecer.

Otra cosa que sabemos de las pulsiones es que ese espacio entre lo anímico y lo biológico es inconmensurable, pero a diferencia de otros analistas, no me gusta pensar a las pulsiones como bisagras que unen y flexibilizan esos dos elementos, ni siquiera como esos sistemas llamados esteros donde confluyen el mar y el río, donde se encuentran, se distinguen, se combinan sistemas diferentes. Son irrepresentables, sobre todo si pensamos que las pulsiones se mezclan y se desmezclan, como bien lo señaló Freud en su obra de El yo y el Ello de 1923.

No hay manera de decir cómo son, solo sabemos de ellas por sus efectos y esa doctrina de las pulsiones siempre está incompleta y nebulosa, pero imprescindible.

¿Cómo se mezclan y se desmezclan las pulsiones?

Es muy difícil definir cómo se mezclan las pulsiones y más aún cómo se desmezclan, si pensamos cómo el objeto de una pulsión que es intercambiable se mezcla con el objeto de otra, o de otras, en qué grado y así sucesivamente con los otros componentes de la pulsión, a saber: los esfuerzos, las metas y los fines que nos dan infinitas posibilidades.

Los pocos ejemplos que proporciona Freud son invaluables. Podemos pensar que no solamente en la melancolía, estas pulsiones se desmezclan y que las de muerte atacan sin piedad al yo. Ya no hay más tendencia al movimiento de aquellas partículas que complican la vida “mediante la reunión, la síntesis de una sustancia viva dispersada en partículas, y esto, desde luego, para conservarla”, cuando las pulsiones se desmezclan, las de muerte, entonces tienen paso franco y embisten al yo de manera despiadada, el yo se desinviste libidinalmente como objeto, puesto que la represión actúa sobre la representación de la pulsión y, digamos, quiere separarla del afecto que la acompaña; cuando eso sucede y el afecto no se liga a una nueva representación, se libera en forma de angustia, es decir, se desmezclan. Entonces los afectos quedan a la deriva, esperando volver a asociarse. La vida se presenta como insoportablemente dolorosa, por lo tanto la ausencia de este malestar es la muerte liberadora, silenciosa, muda, como decía Freud. Bien sabemos que toda vida es complicada y que el psicoanálisis no la concibe pacífica ni armónica.

Si ahora pensamos en el ejemplo de la pulsión sexual, recordemos lo que dice en Pulsiones y destinos de pulsión (1915):

“Con miras a una caracterización general de las pulsiones sexuales puede enunciarse lo siguiente: son numerosas, trotan de múltiples fuentes orgánicas, al comienzo actúan con independencia unas de otras y sólo después se reúnen en una síntesis más o menos acabada. La meta a que aspira cada una de ellas es el logro del placer de órgano. Sólo tras haber alcanzado una síntesis cumplida entran al servicio de la función de reproducción, en cuyo carácter se las conoce comúnmente como pulsiones sexuales.”

Esto expone problemas, ya que en este escrito dice que son independientes unas de otras, es decir se presentarían sin mezcla desde el principio, si eso es así, también habría componentes sádicos sin mezclar en la pulsión sexual. Esta afirmación la cambia en las dos clases de pulsiones del El yo y el Ello (1923), nos dice que si hay desmezcla en esta pulsión, podemos ver entre otras cosas, el sadismo autónomo producto de una desmezcla.

“…En los componentes sádicos de la pulsión sexual, estaríamos frente a un ejemplo clásico de mezcla pulsional al servicio de un fin; y en el sadismo devenido autónomo, como perversión, el modelo de una desmezcla, si bien no llevada al extremo”.

Otro ejemplo de Freud en el El yo y el ello (1923), específicamente en las dos clases de pulsiones está en lo que nos dice de la paranoia:

…“En la paranoia persecutoria, el enfermo se defiende de cierta manera de una ligazón homosexual hiperintensa con determinada persona, y el resultado es que esta persona amadísima pasa a ser el perseguidor con la quien se dirige la agresión, a menudo peligrosa, del enfermo. Tenemos el derecho de afirmar, por interpolación, que en una fase anterior el amor se había traspuesto en odio”.

Más adelante dice:

…. Desde el comienzo ha existido una actitud ambivalente, y la mudanza acontece mediante un desplazamiento reactivo de la investidura, así: se sustrae energía a la moción erótica y se aporta energía a la moción hostil.

Es decir, el doctor Flechsig atendía al presidente Schreber, que de amado pasó a ser el perseguidor por esa desmezcla de pulsiones. Es lo que se entiende cuando Freud, explica que cierta energía neutral puede agregarse a una pulsión determinada y elevar su investidura. Citemos de nueva cuenta El yo y el ello (1923) en Las dos clases de pulsiones.

“…una energía desplazable, en sí indiferente, que pudiera agregarse a una moción erótica o a una destructiva cualitativamente diferenciadas, y elevar su investidura total. Sin el supuesto de una energía desplazable de esa índole no salimos adelante. El único problema es averiguar de dónde viene, a quién pertenece y cuál es su intencionalidad.

…. Y en verdad, en la presente elucidación tengo para ofrecer sólo un supuesto, no una prueba. Parece verosímil que esta energía indiferente y desplazable, activa tanto el yo como en el ello, provenga del acopio libidinal narcisista y sea, por ende, Eros desexualizado. Es que las pulsiones eróticas nos parecen en general más plásticas, desviables y desplazables que las pulsiones de destrucción”

Si las pulsiones de vida la complican mediante la síntesis de la sustancia viva dispersada en partículas; sucede también así en cada proceso de la vida: mientras las pulsiones de muerte tienden hacia lo inerme, las de vida tratan de la complicación de las cosas para que exista movimiento. Si volvemos al ejemplo de la pulsión escópica, la mezcla de pulsiones de vida y muerte se consuma para poder mirar algo y que nos cause alguna reacción; si por otra parte leemos la realidad actual a través de las pulsiones y sus mezclas y desmezcla, predomina la de muerte. Son esas desmezclas que se hacen en el superyó hipersevero, que no pueden hablarse, simbolizarse, representarse, puesto que son mudas y aspiran a restablecer ese estado perturbado por la génesis de la vida. El ello se defiende de esas pulsiones eróticas por diversos caminos, El yo y el ello (1923):

“…En primer lugar cediendo con la mayor rapidez posible a los reclamos de la libido no desexualizada, esto es, pugnando por la satisfacción de las aspiraciones directamente sexuales. De manera más vasta, en la medida en que a raíz de una de estas satisfacciones, en que se conjugan todas las exigencias parciales, libra las sustancias sexuales, que son, por así decir, portadores saturados de las tensiones eróticas.”

Sin embargo un año después del Yo y el ello Freud publica en El problema económico del masoquismo (1924), la imposibilidad de saber cómo sucede este fenómeno de las mezclas y las desmezclas:

“…Dentro del círculo de ideas del psicoanálisis, no cabe sino este supuesto: se producen una mezcla y una combinación muy vastas, y de proporciones variables, entre las dos clases de pulsión; así, no debemos contar con una pulsión de muerte y una de vida puras, sino sólo con contaminaciones de ellas de valencias diferentes en cada caso. Por efecto de ciertos factores, a una mezcla de pulsiones puede corresponderle una desmezcla. No alcanzamos a colegir la proporción de las pulsiones de muerte que se sustraen de ese domeñamiento logrado mediante ligazón a complementos libidinosos”

Esa misma idea la sostiene hasta 1937 en uno de sus últimos escritos: Análisis terminable e interminable:

…“Los dos principios básicos de Empédocles amor y odio son por su nombre y por su función, lo mismo que nuestras dos pulsiones primordiales.

Aun si prescindimos de la limitación a lo biopsíquico, que nos es impuesta, nuestras sustancias básicas ya no son los cuatro elementos de Empédocles; la vida se ha separado para nosotros tajantemente de lo inanimado, ya no pensamos en una mezcla y un divorcio de partículas de sustancia sino en una soldadura y una desmezcla de componentes pulsionales.”

Y no es por falta de investigación que Freud no logró dilucidar cómo se mezclan y desmezclan las pulsiones sino que es imposible saberlo, sólo se puede saber por los efectos.

En esta época violenta como la que más, es importante hacernos estas preguntas. Empecemos por decir que la violencia puede ser tal cual el autor del psicoanálisis lo concibió en los vasallajes del yo, cuando habla de ese superyó castigador que se ha formado por identificación con el padre, en El yo y el ello (1923)

“…Cualquier identificación de esta índole tiene el carácter de una desexualización o, aun de una sublimación. Y bien; parece a raíz de una tal trasposición se produce también una desmezcla de pulsiones. Tras la sublimación, el componente erótico ya no tiene más la fuerza para ligar toda la destrucción aliada con él, y esta se libera como inclinación de agresión y destrucción. Sería de esta desmezcla, justamente, de donde el ideal extrae todo el sesgo duro y cruel del imperioso deber-ser”.

“…Pero como su trabajo de sublimación tiene por consecuencia una desmezcla de pulsiones y una liberación de las pulsiones de agresión dentro del superyó, su lucha contra la libido lo expone al peligro del maltrato y de la muerte. Si el yo padece o aun sucumbe bajo a agresión del superyó, su destino es un correspondiente del de los protistas, que perecen por los productos catabólicos que ellos mismos han creado”.

Lo que nos remite a pensar que en la violencia sobre todo en la física destructiva para el otro, está presente esta desmezcla. Recordemos que en El Malestar en la Cultura plantea que cuando el yo que hace todo lo que le viene en gana, en realidad está actuando el superyó hipersevero que actúa en contra del sujeto mismo que ejerce la violencia. Podrá actuar en formas inenarrables de violencia, que repercutirán, según la estructura subjetiva que tenga, en las formas de actuar en contra de sí mismo.

BIBLIOGRAFÍA

Aksenchuk Rosa, Esquizia de la mirada y pulsión escópica en Lacan, recuperado el 26 de Julio de 2015 en línea http://www.observacionesfilosoficas.net/ezquiziadelamirada.html

Assoun, Paul- Laurent (1982). Introducción a la epistemología freudiana. Siglo veintiuno editores.

Freud, Sigmund (1996/ 1914). Introducción del Narcisismo. Obras Completas. Amorrortu Editores S.A. Buenos Aires. Volumen XIV

________________ (1996/ 1915). Pulsiones y destinos de Pulsión. Obras Completas. Amorrortu Editores S.A. Buenos Aires. Volumen XIV

_____________ (1996/1923) El yo y el ello. Obras Completas. Amorrortu Editores S.A. Buenos Aires. Volumen XXII

_____________ (1996/1924) El problema económico el masoquismo. Obras Completas. Amorrortu Editores S.A. Buenos Aires. Volumen XXII

Lacan Jacques, El seminario 11, Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis 1964. Traducción de Gerardo Arenas, Campo Freudiano. Colección dirigida por Jacques Alain Miller y Judith Miller, Ed. Paidós, Argentina, 2008, 118 pp. (290)

[1] Que bien podría ser cualquier ciencia

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